En el decimotercer capítulo, La presencia, reclamo la importancia de vivir lo que toca en el presente, es decir, ser consciente de la realidad en la que cada uno se desenvuelve, para, de manera reconciliada con ella, poder afrontarla y vivirla desde «lo real». Además, señalo que al no ser consciente de mi propio presente, me ví aferrada al pasado en diversos pensamientos o situaciones; sin embargo, la práctica de la compasión, tanto conmigo misma como con otros, me produce una serie de buenas sensaciones. Al concluir, induzco al lector a cuestionarse a sí mismo, de tal manera que con las respuestas pueda ubicarse en la vida.